Aksak Maboul – Figures

Aksak Maboul – Figures

Aksak Maboul

Fíchese bajo “retornos inesperados que no resultaron un fiasco”. El primer disco de los deconstructivistas pop Aksak Maboul en 40 años es el addendum ideal a su breve –pero esencial– carrera.

Descontando algunos lanzamientos menores como recopilaciones de archivo y remixes sueltos, la última huella en estudio del grupo belga era Un peu de l’âme des bandits. Editado en 1980, en el ocaso del Rock in Opposition (RIO), la placa hacía honor con creces a los ideales estéticos de aquella corriente europea: rock progresivo transfigurado entre composiciones radicales e influencias de la clásica moderna y el free jazz.

Apadrinado por Henry Cow, grupo cabecilla de la manada –Fred Frith y Chris Cutler eran parte de la formación que grabó el disco–, Un peu aún hoy se mantiene fresco; un punto de referencia en cualquier viaje al costado más vanguardista del rock. Pero eso era todo: quien quisiera bucear más profundo debía contentarse con aquel álbum y el primero, el también recomendable Onze danses pour combattre la migraine (1977). Y punto.

A todas luces, el futuro del proyecto era el mismo que el de los previamente citados Henry Cow o los londinenses Art Bears: agrupaciones pioneras del rock como campo de experimentación salvaje que se disolvían dejando atrás unos pocos –y fundamentales– registros.

Como suele suceder con las escenas musicales, el RIO se comenzaba a difuminar tras un período de apogeo creativo, entre joyas cada vez más esporádicas y unos pocos partícipes de la camada original dispuestos a seguir llevando la antorcha. Y Aksak Maboul no eran uno de ellos.

Quizás como contrapeso a todo lo jodido del año es que ahora, en el 2020, contra todo pronóstico y sin motivo aparente más que el amor al arte, volvemos a hablar de ellos por una nueva placa. Trabajo que, si no tan inspirado como los de antes, bueno, al menos muy cerca de serlo. Porque si algo no se puede decir de Figures es que carezca de genialidad.

Motivado por la misma ansia de mestizaje desaforado de géneros y sonidos que en su antigua encarnación, el álbum es un ejercicio brillante de cómo combinar años de bagaje art-rock sin sonar redundante o predecible. Del prog al pop francés, del ambient a la composición para sintetizadores, nada se escapa a los belgas. Y los resultados son superlativos.

Uno de los puntos altos, “Dramuscule” es un apasionante radioteatro para voces masculina y femenina que revela una dinámica de género tóxica –“yo soy tu héroe”, declama él; “me bebo tus palabras y me trago las mías”, lamenta ella–, montado en una base techno-nerviosa.

En los momentos más oscuros como este, el disco trae a la mente la angustia existencial y los arreglos tech-noir de Tuxedomoon. No es casual que Steven Brown, miembro original del grupo post-punk de culto, sea parte de la nueva formación de Aksak.

Pero esto no debería inducir a pensar que Figures es un ejercicio de música artsy que confunde experimentar con alergia a lo lúdico. De hecho, en gran medida el nuevo trabajo de los belgas se revela gozoso y llevadero; una celebración del sonido y el cruce de estilos que invita a ser parte de ella.

Ciertas canciones bien podrían encontrar una nueva audiencia en seguidores de grupos como Stereolab, uno entre varios que navegan similares aguas a los belgas. No solo hay ocasionales puntos de contacto con la voz de Lætitia Sadier, sino también una similar apreciación por el lounge y el pop vintage que sale a relucir en temas como “Taciturne” o “Spleenétique”. Para lo difícil de digerir que puede llegar a presentarse de a momentos el disco, canciones como estas revelan un núcleo accesible, gancho ideal para la escucha repetida y descanso entre aquellas partes más alienígenas.

Porque así como hay deuda con el pop, Aksak Maboul también muestran una predilección por la exploración sonora alejada de la estructura de versos y estribillos. Ejemplo de ello es “Sgraffites”, un collage acuoso para percusiones lejanas y gestos jazz sobre el cual la voz de Véronque Vincent no canta sino que flota plácidamente.

De 75 minutos de duración y 22 temas, el abanico explorado en Figures es cuanto menos generoso, demandando un bien cada vez más escaso como lo es la escucha atenta e inmersiva. Pero en su recontextualización de influencias y experimentación, el grupo logra arribar a un resultado final atrapante: una aventura sonora rica y textural en la que vale la pena perderse, una y otra vez.

4/5