Lea Bertucci – Acoustic Shadows

Lea Bertucci – Acoustic Shadows

En el que ha sido hasta ahora un año de infamia, Acoustic Shadows (SA Recordings; 2020) ha venido para ahogar el ruido en la estridencia de trompetazos espectrales y percusión invisible. Más allá de personalidadismos, dadaismos y electroacústica, el nuevo trabajo de Lea Bertucci se afinca en la tradición del experimentalismo electrónico para dar nueva vida a un arte antiguo a través de ruidos perdidos y espacios conocidos. 

Comencemos con el vacío para desplegar poco a poco la densidad engañosamente maximalista del disco: dos temas, ambos ensamblados con la misma tez de técnicas, un mismo sabor en dos texturas que hacen agua la boca. Y como adelanta el título, los instrumentos y las técnicas —incluso los propios músicos— están a merced de la inmensidad de la acústica y los espacios. 

Como se jactan en el “tráiler” del disco (que está a un clic de distancia), las sesiones de grabación se dieron en las cuatro paredes de un refrigerador industrial. Que suena ridículo, suena ridículo. 

Afortunadamente, lo que podría ser un truco publicitario (“el disco que se grabó en un refrigerador, próximamente solo en cines”) termina siendo una herramienta sonora. La reverberación monolítica del estudio nunca saca de foco los trazos finos y cuidadosos que dan vida a Acoustic Shadows. Es un medio y no un fin, otro instrumento más junto a los vientos, tambores y DAW’s.

Fuente: Captura de video

Dicho esto, es innegable que estamos hablando de un trabajo sonoro en el que destacan los relieves y la profundidad antes que la composición. El sentido de espacio impera por sobre todo lo demás y, como tal, no se podría hablar de esta opus sin antes considerar el modus operandi. Del mismo modo, hablar de melodías y ritmos no hace justicia a la que, creo yo, era la meta de Bertucci y compañía.

Brass (II) da el puntapié inicial con el sonido de la concavidad. Se nos da la bienvenida con ruido ambiente que a ratos da tintes de Dark Ambient. Pronto, comienzan los instrumentos de viento, pero de a cuentagotas. Ni un lick a la vista, ni el juego entre el trombón y la trompeta; la sección de vientos es escasa, con una lista corta de sonidos tímidos asomándose en un mar de eco. Pero es precisamente en esta austeridad que brilla el maximalismo discreto de la composición.

En minutos, este eco pasa al segundo plano y el ataque de los vientos inunda la atmósfera. Así como así, lo que antes parecía un amplio espacio ocupado por pequeñas unidades sónicas se ha convertido en un cuadro uniforme, con todos los elementos encaminados en una única dirección. La restringida sección de vientos termina ocupando la totalidad del sonido. Pasa de ser un llanto lejano a un rugido casi sólido: es la inmediatez de la repetición, el eco como plataforma, la grandeza a ratos celestial del sonido. De lo sublime a lo magnánimo en cinco minutos, y desde ahí, no paran.

Si en la primera parte el genio del disco se basa en la expansión, en la segunda parte el foco es la unidad. Ya dije que Acoustic Shadows tiene una deuda con el Ambient. Y Percussion (III) solidifica mi hipótesis. La segunda mitad del disco es un ejercicio de manipulación sonora más restringido que Brass (II). Las trompetas, saxofones y trombones mutan en los instrumentos de percusión más variopintos. Aquí, ya no se trata de la profundidad y la grandilocuencia del sonido, sino meramente de su dimensionalidad.

Las olas agudas del primer tema se han disuelto en un campo de pulsaciones. Se trata de un Marco Polo entre tres o más secciones que, hacia el final, estallan en un único latido puntillista. Se abandona el collage vertical y es reemplazado por un rompecabezas simple y llanamente horizontal. Si Brass (II) es el eje Y en la portada del disco, Percussion (III) es el eje X. La reverberación sigue dominando, pero hemos dado el giro del maximalismo al post-minimalismo puro. Es un recorrido monótono sin duda, pero apremiante. No se vacila con paradas ni rutas alternas: es espacio, tiempo y electroacústica clásica. Y ahora, tras el estallido inicial, Bertucci poco a poco cierra la puerta y apaga la luz. El espacio colapsa en una singularidad de drones, y todo termina. 

Acoustic Shadows no explora nuevos territorios, y ni creo que lo haya intentado. Es un trabajo que se vale de un diseño de sonido complejo y altamente técnico para evocar cielos imaginarios y telarañas hilvanadas a base de percusión. Aunque repetitivo y engañosamente denso, nunca se pierde en sus propias partituras. Son 42 minutos de texturas ricas, envolventes e hipnóticas que me dejaron queriendo más. Por suerte, está el botón de replay.

Calificación:

4/5
Bernie Baca